Por Ramón Benito Suarez
Se hacen muchos análisis respecto a la realidad del merengue. Algunos dicen, está en crisis otros afirman “ser un proceso que pasa de momento”, por la realidad actual del ritmo dembow que ha bajado la guardia no solo al merengue, sino a la salsa y la bachata.
Discotecas de sectores populares, un set de merengue es Omega, Alajaza o El Sujeto que los dj colocan a la juventud carente de cultura musical. Los merengueros tradicionales, léase, Sergio Vargas, Los Rosario, Eddy Herrera, Jossie Esteban, Jhonny Ventura, Miriam Cruz, si suenan, es por un milagro de Dios.
Para oír un merengue típico en una discoteca de barrio, es una odisea que enfrentan los amantes del ritmo nuestro. Es decir, que el merengue, a traviesa por un momento digno de análisis profundo.
Las tradicionales emisoras de Santo Domingo, lo suenan; pero no como en sus mejores momentos, donde el por ciento de las programaciones “eran dedicadas a su difusión”, hablamos de los años 80 y 90.
A eso se une la llamada “payola”, que si no hace acto de presencia en la promoción de un corte, no suena ni en Radio Patrulla. Este viejo oficio de “pagar para sonar”, desde hace años, es un negocio lucrativo a nivel nacional, aunque algunas se cuidan de evidenciar la práctica.
El merengue en los hombros de sus protagonistas que “venden actividades tradicionales de carácter privado”, sobrevive para “picoteos”, pero no por una pegada. Si en los meses que le quedan al 2022, no pegan un merengue, el dembow seguirá siendo el líder del momento en Republica Dominicana.